Está documentado que el último lobo ibérico que vivió en Cataluña fue cazado en Terra Alta en el año 1935. Tuvo el mismo destino que el resto de grandes carnívoros en Cataluña, con la colaboración activa de la sociedad y los gobiernos, que lo consideraban una amenaza que había que eliminar. Desde entonces, el lobo se consideró extinguido en nuestro territorio, hasta que en el año 2000 se volvieron a encontrar evidencias de su presencia y en el 2004 se confirmó su retorno al Parque Natural del Cadí analizando muestras de excrementos.
Para elaborar este estudio, se secuenciaron genéticamente algunos ejemplares de lobo ibérico, uno de ellos proveniente del Zoo de Barcelona. El resultado del análisis fue toda una sorpresa: el animal efectivamente era un macho de lobo, pero no ibérico (Canis lupus signatus) sino italiano (Canis lupus italicus).
Por suerte, los tiempos en que se perseguía a este animal emblemático, odiado desde tiempos inmemoriales, habían quedado muy atrás. En gran parte gracias a la labor reivindicadora de Félix Rodríguez de la Fuente en los años setenta del siglo pasado, la manera de ver el lobo ha cambiado para siempre, y la Ley de caza de 1970, que él mismo promovió, fue determinante para impedir su extinción. Con la evidencia del retorno del lobo a Cataluña, la Generalitat decidió que era importante seguir la evolución de su población en nuestro territorio.
Así que había que organizar este seguimiento, que recayó en el cuerpo de agentes rurales. Un elemento clave del proyecto es la participación de una perra especialmente entrenada para encontrar rastros, sobre todo excrementos, a partir de los que se identifican los ejemplares y se puede elaborar un censo. En caso de ataques a ganado, también es posible establecer si han sido obra del lobo o bien de perros salvajes. La vinculación del Zoo de Barcelona con este proyecto se inició en el momento de la secuenciación genética del lobo ibérico y ahora también incluye la colaboración con los agentes rurales para adiestrar a una nueva perrita que tomará el relevo del actual “titular”, que se está haciendo mayor.
El perro escogido para este trabajo superespecializado es el pastor belga malinois, una raza que se utiliza mucho para localizar droga. El cachorro que se está entrenando ahora se llama Fosca, y cuando esté preparada podrá discriminar rastros de lobo y también de oso pardo. Se trata de un proceso largo, que incluye la socialización con el agente rural que se encarga de la perrita, Gabriel Lampreave, responsable del seguimiento del lobo en Cataluña. Fosca está aprendiendo a distinguir por el olor los excrementos de lobo y de oso y a encontrar rastros de pelo enganchado en la maleza o en un ataque al ganado.
El método de adiestramiento utilizado es el siguiente: se esconden excrementos de oso o de lobo en una caja y Fosca tiene que encontrarlos por el olfato y señalar ladrando dónde está el rastro. El premio para la perrita es un rato de juego. El Zoo facilita los excrementos para estas “clases”.
Nuestra colaboración con los agentes rurales continuará hasta que Fosca esté a punto para salir a la montaña a “trabajar”, una tarea que hará posible el seguimiento genético de las poblaciones de oso pardo y lobo ibérico en nuestras tierras.
Actualmente se sabe de la presencia de dos o tres lobos en toda Cataluña gracias a las cámaras de fototrampeo, al seguimiento de los rastros, huellas, ataques y excrementos y a los análisis de estos. Esta cifra es fluctuante, pero por ahora no hay ninguna evidencia de que se haya reproducido y, por lo tanto, no se considera establecido en Cataluña. Este seguimiento exhaustivo nos irá mostrando la evolución del lobo hacia la desaparición o hacia la expansión, y quién sabe si hacia la hibridación con nuestro lobo ibérico.