Las nacras (Pinna nobilis) son el molusco más grande del Mediterráneo y el segundo del Planeta, y llegan a superar casi el metro de longitud. Se trata de una especie emblemática ya que solo puede encontrarse en el Mediterráneo. Sin embargo, su drástica reducción debido a un parásito (Haplosporidium pinnae) ha llevado a los científicos a declararla en peligro de extinción en apenas un año tras la detección de las primeras mortalidades masivas en el 2016.
Dónde encontrarlas
Su hábitat son las praderas de Posidonia oceanica y Cymodocea nodosa, zonas de alto interés para la conservación cuya protección está recogida en las normativas medioambientales nacionales y europeas, prueba de que su preservación es fundamental para el funcionamiento de nuestros ecosistemas marinos.
Importancia ecológica
La nacra tiene funciones importantes dentro del ecosistema, ya que proporciona nuevos hábitats a especies bentónicas generando así un aumento de biodiversidad y de la riqueza específica en los ecosistemas en los que está presente. Por otro lado, al alimentarse por filtración del agua también juega un papel ecológico vital porque retiene grandes cantidades de materia orgánica en suspensión y favorece así la claridad de las aguas.
Amenazas
La principal amenaza natural hasta la fecha se debía a depredación por algunas especies de peces como doradas (Sparus aurata) y pulpo (Octopus vulgaris), a lo que se añadía la reducción y deterioro de su hábitat, lo que producía un declive en sus poblaciones. Así, su supervivencia está muy ligada al impacto que ejercemos los humanos sobre estas praderas, en múltiples formas: obras costeras, pesca de arrastre, dragados, fondeos de embarcaciones, contaminación química y orgánica. La aparición del parásito ha reducido por encima del 90% las poblaciones de su distribución mediterránea (Foto 1).
Además, el hecho de que la nacra sea una especie hermafrodita (cambia de sexo en diferentes fases de su vida), junto a un reclutamiento --superación de las fases iniciales de desarrollo-- escaso y parcheado, hace que su recuperación presente serias dificultades.
En 2016 y debido a un parásito la epidemia comenzó a extenderse desde las islas Baleares, pasando a Valencia y de ahí al sur de la península Ibérica. A pesar de que la costa catalana parecía haberse beneficiado de un régimen de corrientes desfavorable para la llegada del parásito, fue cuestión de tiempo que golpeara también estas poblaciones. La enfermedad se ha extendido a Francia, Italia y Grecia (Foto 2). En la actualidad quedan sobre todo poblaciones en bahías costeras debido a que el parásito no es capaz de entrar por las diferentes condiciones de salinidad existentes. Los ejemplos más próximos son el Delta del Ebro y el Mar Menor.
Antes de este episodio, la nacra ya estaba protegida por la Directiva Hábitat (92/43/CEE), que le concede una protección estricta, incluida en el Anexo IV, así como en el Anexo II del Convenio de Barcelona. A nivel estatal está incluida con la categoría de Vulnerable en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (RD 139/11). El cambio de categoría a “Amenazada Crítica” conlleva la obligación de realizar e incentivar la realización de proyectos e investigaciones enfocados a la recuperación de esta especie de interés general (Artículo 60.2 de la Ley 42/2007). En 2020, la Generalitat incluye a la nacra dentro de las especies prioritarias para su conservación.
Dado el poco control sobre los patógenos y mientras se estudia cómo afecta la enfermedad y sus características epidemiológicas, se hace necesario actuar directamente sobre los individuos sanos con el fin de mantener la especie enfocados en facilitar la repoblación.
Acciones
Desde el 2020 la Fundación Zoo de Barcelona establece un convenio con el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA) para realizar acciones para la conservación de las nacras.
Dichos esfuerzos se centran en el rescate de individuos sanos pero asentados en zonas de poca profundidad susceptibles de riesgos de desecación por las mareas y colisión con embarcaciones. Estos ejemplares, unos 2.000 según estimaciones del IRTA, se “trasplantarán” a zonas cercanas pero de mayor profundidad de la misma bahía de Alfacs donde se encuentran.
La realización de censos de nacras en las dos bahías del Delta del Ebro para conocer el número de individuos, vivos y muertos. Dado que el parásito no consigue entrar en zonas de baja o alta salinidad, se caracterizará las condiciones físico-químicas de las diferentes zonas de las bahías con el objetivo de determinar, en caso de la entrada del parasito en la bahía, qué zonas serían más seguras para mover ejemplares.
Por último, se realizará un esfuerzo especial para buscar nacras resistentes al parásito en las zonas donde las nacras se han podido ver expuestas al mismo, como las bocanas de la bahía donde las condiciones salinas son más parecidas a las de mar abierto.
De esta manera, el Delta del Ebro se convertiría en un reservorio de nacras para que, en los próximos años, según baje la virulencia de la epidemia, se mejoren los conocimientos y se investigue en aquellos ejemplares que puedan ser resistentes para poder realizar una repoblación del Mediterráneo.