Perrito de las praderas de cola negra
Este pequeño roedor terrestre, que pertenece a la familia de las ardillas, vive en las praderas y en otras regiones llanas y abiertas de América del Norte, desde el sur de Canadá hasta el norte de México.
De comportamiento gregario, forma grandes colonias subterráneas que pueden estar constituidas por centenares de miles de individuos. La gestación de estos animales dura entre 33 y 38 días y el número de crías que nacen en cada parto es de tres a cinco, aunque a veces llega a ocho.
Hábitat Natural
América del Norte, desde el sur de Canadá hasta el norte de México.
- Distribución / Residente
- Reproductor
- Hivernante
- Subespecies
Grado de riesgo
- Extinta
- Extinta en estado salvaje
- En peligro crítico
- En peligro
- Vulnerable
- Casi amenazada
- Preocupación menor
- Datos insuficientes
- No evaluada
Taxonomía
Características físicas
Biología
Reproducción
Biología
Aunque no lo parezca, el perrito de las praderas es un pequeño roedor terrestre que pertenece a la misma familia que las ardillas. Se conocen hasta cinco especies diferentes, siendo la más abundante la que tenemos en el Zoo de Barcelona, el perrito de las praderas de cola negra, que se caracteriza por tener la parte final de la cola de este color.
Vive en las praderas y otras regiones llanas y abiertas de América del Norte.
Son animales de alimentación herbívora que comen gramíneas y otras plantas herbáceas que crecen en las praderas, pero que complementan esporádicamente con pequeños invertebrados como escarabajos, gusanos y langostas. Casi nunca beben, ya que el agua que necesitan la obtienen directamente de la hierba.
Su gestación dura alrededor de un mes y pueden nacer entre una y ocho crías en cada parto, normalmente entre tres y cinco. Nacen en el interior de la madriguera subterránea colonial totalmente ciegas y sin pelo, miden unos 7 cm y pesan entre 10 y 15 g. Son amamantadas por la madre entre cuarenta y cincuenta días.
La actividad diaria es fundamentalmente diurna, aunque se muestran más activos a primeras horas del día y al atardecer.
Es un animal muy gregario, que forma auténticas ciudades subterráneas que pueden estar constituidas por kilómetros de pasillos que comunican entre sí las madrigueras de los distintos clanes familiares, unidad básica de estos animales. Los clanes familiares suelen estar formados por un macho adulto, entre dos y cinco hembras adultas y un número variable de jóvenes y crías, generalmente de cuatro a seis.
Los clanes familiares viven en madrigueras subterráneas que pueden medir 5 metros de profundidad y más de 30 de longitud, y que suelen tener la entrada levantada sobre la superficie con cúmulos de tierra a fin de prevenir posibles inundaciones en la época de lluvias. La entrada de cada madriguera de la colonia está situada a unos 5-6 m de distancia de la de los vecinos y, junto con el terreno que la rodea, constituye su territorio, que es defendido frente a todos los otros grupos familiares.
Su comportamiento social es complejo y vistoso. Así, por ejemplo, cuando se encuentran dos animales que han salido a comer, se arrastran uno delante del otro moviendo la cola hasta que ponen en contacto el hocico, el famoso beso de los perritos de las praderas, que es en realidad una señal de reconocimiento y saludo, pero que se vuelve de amenaza si el contrincante es un desconocido. Normalmente, sin embargo, la comunicación con los otros miembros de la colonia se realiza mediante unos fuertes gritos que emiten desde la entrada de la madriguera. El grito territorial, característico de cada individuo y que hacen levantándose sobre las patas traseras y con el hocico apuntando hacia el cielo, no provoca ninguna reacción en la colonia, mientras que el grito de alarma, aún más potente, hace que todos los animales se escondan inmediatamente dentro de la madriguera. Este grito de peligro, que se puede repetir hasta cuarenta veces por minuto, es el que les ha dado el poco adecuado nombre de perritos de las praderas.
Las colonias de los perritos de las praderas pueden acoger a miles de individuos y, en épocas históricas, la población se contaba en millones de ejemplares. Pero el ser humano lo ha considerado siempre un animal perjudicial para la agricultura y la ganadería, de manera que lo ha eliminado de casi el 98% de su distribución original mediante la caza directa, el envenenamiento masivo o la destrucción de las colonias subterráneas. El resultado es que hoy solo quedan poblaciones algo numerosas de este animal en el interior de los parques y otras zonas naturales protegidas.