Foto: José M.ª Santamaría y Àlex Zubero con las elefantas del Zoo.
En el Zoo de Barcelona vive un grupo de tres elefantas africanas (Loxodonta africana), una especie en peligro de extinción, provenientes todas ellas de centros diferentes, pero que llegaron al zoo en circunstancias similares: las tres se habían quedado solas o habían sido rechazadas por su grupo.
Resocializar a Yoyo, Susi y Bully, que son sus nombres, fue un gran reto, pero el Zoo decidió trabajar por su bienestar y las acogió, dedicándoles todos sus conocimientos y un gran esfuerzo por parte de su personal. Como de jóvenes habían sido separadas de su grupo, hubo que ayudarlas reforzando los comportamientos sociales imprescindibles y esperar el momento adecuado para conseguir que, poco a poco, tuvieran ganas de estar juntas y formaran un grupo cohesionado. Fue un proceso largo y cuidadoso que duró más de un año.
Durante este periodo, el equipo técnico, los veterinarios y los cuidadores atendieron no solo su salud física, sino también el estado emocional de los animales, ya que llegaron a nuestro zoo con algunos problemas médicos y comportamentales. Para hacerlo lo mejor posible, el Zoo contactó con uno de los mejores expertos en elefantes cuidados por humanos del mundo, Alan Roocroft, para asesorar al equipo de Barcelona. Finalmente, y después de mucho trabajo, en mayo del 2013 pudimos juntar a las tres elefantas, que establecieron un grupo social, tocándose y acariciándose con sus trompas desde el primer momento. Desde aquel momento, son amigas inseparables y se las puede ver juntas comiendo y socializando, eso sí, sin olvidar nunca quién manda en el grupo y tiene, por lo tanto, siempre la prioridad.
Susi es la más tranquila de todas y no conocemos su edad exacta, aunque creemos que es la mayor y que tiene como mínimo unos 50 años. Fue capturada en la naturaleza para llevarla a un circo. Finalmente se quedó sola en la última institución donde vivía, y fue acogida en nuestro zoo, donde lleva ya casi quince años.
Yoyo tiene una historia muy similar y creemos que tiene también unos 50 años como mínimo. Es la “jefa” del grupo y, desgraciadamente, durante una gran parte de su vida estuvo encadenada, lo que le ha dejado lesiones físicas y psíquicas (estereotipias), y a veces se la ve moviendo la cabeza de un lado a otro, que es el único movimiento que podía hacer cuando estaba atada. Actualmente, gracias a la dedicación del personal del zoo, después de diez años con nosotros, se ha conseguido controlarle los problemas físicos y disminuirle mucho las estereotipias con las que llegó.
Bully fue la última en unirse a la familia y es la más joven. Tampoco sabemos su edad exacta, pero, por la información que tenemos, debe estar cerca de los 40. Su caso es un poco diferente, ya que, después de pasar por un circo, en su nuevo destino fue rechazada por el grupo de hembras que convivían con ella y tuvo que ser reubicada. Eso no era un buen presagio, y todo hacía pensar que su integración sería difícil. Aun así, decidimos darle una segunda oportunidad en nuestro zoo y, después de evaluar el problema de comportamiento que presentaba, derivado muy probablemente del tipo de entrenamiento que había seguido en el circo, le hicimos un programa de enseñanza y entrenamiento durante algunos meses hasta conseguir lo que todos deseábamos: ¡integrarla en el grupo! Y ya lleva seis años con nosotros.
En este vídeo, Albert Pàmies y Pep Xarles, de nuestro equipo, nos hablan de su experiencia con Bully y lo gratificante que es el trabajo vocacional que hacen con ella:
Ahora seguimos trabajando para nuestro grupo de elefantas mejorando su hábitat, que va agrandándose a medida que se van reubicando en él otros animales, y que llegará a los 6.000 metros cuadrados. Su hogar en el zoo tiene un buen número de árboles —que se incrementarán en el futuro y complementarán con más vegetación— y un sustrato arenoso, ya que una superficie blanda es importante para las articulaciones de los elefantes. Los dormitorios disponen de calefacción y pueden entrar y salir a voluntad. A través de sus paredes de cristal, los visitantes pueden verlas también cuando eligen estar a cubierto. Por otra parte, estamos recreando artificialmente sus sistemas de alimentación y exploración naturales con el uso del enriquecimiento comportamental. Por ejemplo, hemos instalado un “árbol grúa programable” que ofrece alimento de manera secuencial durante el día y la noche para que las elefantas tengan siempre a su alcance “hojas” de este árbol metálico. Si vienes a verlas, observarás que, entre los postes provisionales que limitan su patio en función del avance de las obras, hay unos cables que no son muy bonitos, pero que colocamos de modo que tengan el máximo espacio posible y que utilizamos también para fijar elementos que les sirven de juego y estímulo.
Yoyo, Susi y Bully son atendidas diariamente por sus cuidadores y cuidadoras, que les hacen un seguimiento regular y observan sus patrones de sueño, alimentación y comportamiento, entre otros. Además, cada día, revisan el sustrato de la instalación, les preparan lechos de arena, les diseñan enriquecimientos conductuales, les hacen juguetes con sus propias manos... y muchas otras cosas para que se encuentren lo mejor posible. También diariamente, a través de una valla especial de entrenamiento, les hacen sacar las patas, la trompa y las orejas para que, cuando haga falta, se les pueda hacer la pedicura —muy importante para su bienestar—, o extraerles muestras para analíticas con facilidad y sin que se estresen. Este entrenamiento médico, que es voluntario y que se hace siempre utilizando únicamente el refuerzo positivo, es muy bueno para ellas y, además, ¡les encanta! ¡Anunciamos estas actividades por megafonía para que las personas que nos visitan puedan ver de cerca cómo son y cómo cuidamos a nuestras queridas elefantas con afecto y profesionalidad!
Tres fotos de Susi en la valla de entrenamiento: