Destaca por la robustez del tronco y las ramas acentuada por su poca altura. Los frutos, las algarrobas, tienen un aspecto abetunado y una pulpa dulce y harinosa. Se quedan en el árbol durante todo el año y, por lo tanto, se pueden ver junto a las flores. En estado silvestre, lo encontramos formando parte de las maquias esclerófilas mediterráneas con el acebuche, el lentisco y el madroño. De todos modos, se ha cultivado mucho de antiguo por todo el Mediterráneo y no se sabe con certeza si es autóctono de nuestro país.

Antiguamente, su cultivo fue muy importante para alimentar al ganado de tiro con las algarrobas, pero con la desaparición de los animales del campo, declinó su cultivo. Últimamente, las algarrobas se están volviendo a utilizar en la industria alimentaria y farmacéutica.